Editorial
La Universidad Nacional ha adoptado, por convicción propia,
los principios de rendición de cuentas y transparencia
del ejercicio de los recursos públicos. En este tenor,
en el Instituto se ha avanzado de manera significativa.
Si bien
se puede argumentar contra la excesiva administración
y amplio burocratismo causados por el prurito de la transparencia,
y lamentar que a veces sean considerados incluso por encima
de la academia, lo que no podemos soslayar es su presencia,
al menos durante los próximos años.
Como
lo establece el Reglamento sobre Ingresos Extraordinarios en
su artículo 22, el ejercicio del gasto derivado de ingresos
extraordinarios se debe sujetar a las normas generales establecidas
por la UNAM para los gastos derivados de ingresos ordinarios.
Es decir, en todos los gastos de la UNAM se aplican esencialmente
las mismas políticas y procedimientos, lo que implica
que los recursos por ingresos extraordinarios son de la UNAM,
y no del investigador que los genera.
Por
convicción personal y por consistencia con la política
de la Universidad, durante mi gestión se aplicará
la normatividad existente. En las próximas semanas se
divulgarán entre la comunidad las políticas y
procedimientos en materia del ejercicio de los recursos, de
modo que todos -integrantes de las plantas académica
y administrativa- trabajemos sobre las mismas bases.
Entiendo
que la aplicación de estas medidas puede causar molestia;
sin embargo, deben verse como las reglas que uno sigue para
realizar cualquier trámite para solicitar un servicio.
Los procedimientos aludidos no son privativos del Instituto
ni del país; la Administración Pública
Federal sigue, básicamente, los mismos principios, e
incluso, universidades de países de alto desarrollo han
adoptado procedimientos similares.
Sólo
cumpliendo cabalmente con la normatividad podremos tener la
autoridad moral para proponer modificaciones y simplificaciones
de la misma.