Jesús
Alberro Aramburu
El
ingeniero debe ser siempre autocrítico
ya que al final de cuentas el juicio del
profesional en ingeniería se forma con
el retroanálisis de las experiencias
Soy
español y viví refugiado del franquismo en Francia
donde realicé estudios de ingeniería civil. Cuando
terminé la carrera en 1959 mi hermano mayor me dijo que
antes de entrar a trabajar viajara, conociera el mundo. También
me comentó que en México se estaba formando un
Instituto que iba a tener una proyección importante y
como uno de mis maestros hablaba muy bien de los estudios de
geotecnia que se realizaban en ese país decidí
visitarlo. Vine a México y a la semana estaba trabajando
en el IIUNAM.
Desde
entonces he dedicado mi vida a la geotecnia y en particular
al diseño de presas y túneles. En el campo de
presas, he realizado aportaciones en la instrumentación
e interpretación de los datos evidenciando los fenómenos
de interacción, de agrietamiento de tubificación
y fracturamiento hidráulico. En cuanto a los túneles,
mis estudios se han enfocado al diseño de las formas
de operar los escudos y de diseñar los revestimientos
en obras del valle de México y para obras auxiliares
de infraestructura.
Estudiar
las condiciones del suelo ha sido muy interesante pues las características
de éste repercuten, entre otras cosas, en la infraestructura
de nuestro país. De hecho, uno de los problemas más
graves que actualmente tenemos es el agrietamiento del suelo
a causa del bombeo pavoroso que se está haciendo no solo
en el valle de México sino en Querétaro, Aguascalientes
y Celaya para satisfacer las necesidades de agua del campo y
de la población. El abastecimiento de agua es un problema
que debemos tener muy presente y para solucionarlo hay que considerar
el diseño y construcción de presas que sirven,
desde luego, para la generación de electricidad pero
también para la acumulación de agua y para la
distribución de ésta en el momento en que se requiere
su consumo. Son inversiones fuertes recuperables a largo plazo
pero fundamentales para el bienestar social. Estos problemas
son un reto ingenierilmente hablando.
El
IIUNAM ha participado activamente en el desarrollo del país,
pero las cosas han cambiado. En 1959 el Instituto tenía
menos personal pero más posibilidades de integrarse a
proyectos grandes, porque el grupo fundador del II provenía
de empresas y oficinas de gobierno. Había muchos contactos
personales que facilitaban la atención y el convencimiento
sobre cuales eran las necesidades para que se abordaran los
problemas en forma paralela a la realidad.
Una
de las principales fortalezas de nuestra institución
era el ser considerada como más indicada para clarificar
los problemas de ingeniería civil cuyo objetivo era investigar.
Actualmente, eso se ha perdido en parte, castigando así
la investigación y la creatividad. Todo esto se auna
a las condiciones restrictivas en la contratación de
personal académico y, en especial, de investigadores,
ya que los procesos de evaluación del S N I y de la UNAM
tienen reglas demasiado ambiciosas para el medio en que vivimos.
Por ejemplo, el no poder ingresar a la carrera de investigación
si no se tiene un doctorado, cuando anualmente se forman de
diez a quince doctores, a los que además se les exige
tener al menos dos años de posdoctorado para que puedan
ser candidatos a una plaza de investigador. Estas reglas del
juego no permiten que crezca la planta académica y trae
como resultado que no sólo el personal académico
se haga viejo sino que también la institución
está envejeciendo.
Así
como considero necesario renovar la plantilla académica,
también creo que debería crearse la figura del
funcionario de carrera que, sin los avatares que supone un cambio
de gobierno, se encargara del seguimiento y planeación
de los problemas y apoyara los proyectos hasta su terminación.
En ingeniería deberíamos estar concientes de que
hay poco dinero y, por tanto, éste debe aprovecharse
al máximo. Los problemas hay que conocerlos y plantear
soluciones con una idea clara de lo que se debe hacer y cómo
se va a hacer, no trabajar al vapor.
Qué
características debe tener un buen ingeniero
En mi opinión debe ser una persona dedicada a entender
cada problema y consciente de que la solución no se encuentra
en las estadísticas, porque valores medios no se aplican
a casos particulares, y las herramientas de cálculo no
sirven de nada si no incluyen datos realistas. Debe estar siempre
atento a la comparación entre lo que pensaba que iba
a pasar y lo que pasa. En realidad para adquirir sensibilidad
a sus modelos mentales, a su forma de operar, etc, el ingeniero
debe estar en la mejor disposición de reconocer equivocaciones
y aceptar ideas que puedan optimizar la solución de un
problema. Lo que quiero decir es que a pesar de estar investigando
un tema durante 20 o 30 años, esto no nos exenta de cometer
errores cuyo fruto es nulo si no se analizan y asimilan. El
ingeniero debe ser siempre autocrítico ya que al final
de cuentas, el juicio del profesional en ingeniería se
forma con el análisis de esas experiencias asimiladas.
En
cuanto a la formación del ingeniero, no estoy de acuerdo
con la tendencia actual que consiste en no dar mucho énfasis
a las materias básicas. Para mi es fundamental tener
habilidades mínimas en matemáticas, física,
química; el hecho de que se imparta por ejemplo, la mecánica
del medio continuo como materia optativa, es aberrante. La práctica
enseña cómo se hacen las cosas. Dar a una persona,
sin las bases de una formación sólida, la responsabilidad
de resolver problemas, es una equivocación grave.
En
ingeniería y en especial en el campo de la geotecnia
es difícil observar normas establecidas pues los problemas
que se presentan son generalmente casuísticos, no son
repetitivos por lo que no se pueden normar fácilmente.
La
mejor forma de operar es trabajar en el área que uno
disfruta. En mi caso ha sido muy satisfactorio desarrollar temas
que he considerado importantes y cuyos resultados han sido provechosos.
El
ingeniero Alberro ha recibido distinciones tan importantes como
los premios Nacional de Investigación Nabor Carrillo
y el Javier Barros Siera y Universidad Nacional Autónoma
de México. Es académico de número de la
Academia Mexicana de Ingeniería, miembro del Sistema
Nacional de Investigadores e Investigador Nacional Emérito
del Sistema Nacional de Investigadores.
El
ingeniero Alberro tiene tres hijos. El mayor estudió
la carrera de relaciones exteriores, actualmente trabaja en
la embajada de México en Moscú. De sus hijas,
la mayor es médica gastroenteróloga y la más
chica está haciendo un doctorado en políticas
públicas en la Universidad de Northwestern en EUA. Tiene
tres nietos y uno que está por nacer.
Su
pasión es la lectura, sus autores favoritos son: Antonio
Lobo Antunes, Gregory Von Rezzori, Elena Garro, Paul Auster,
Ioury Tynianov y tantos otros