Daniel
Ruiz Fernández
Desafortunadamente,
en la actualidad no existe
el mismo interés de colaborar con el IIUNAM
Sin
duda la intervención del ingeniero Daniel Ruíz
Fernandez ha sido fundamental en el desarrollo de la infraestructura
de nuestro país. Participó en la construcción
de una parte importante de Ciudad Universitaria, que comenzó
con la Torre de Ciencias, hoy Torre de Humanidades II, edificio
emblemático que dio el banderazo de inicio para la construcción
de Ciudad Universitaria. También participó en
el levantamiento de la Facultad de Ciencias, hoy edificio de
posgrado y las facultades de Ingeniería, Odontología
y Veterinaria, asimismo de la Torre de Filosofía y la
mitad del estadio universitario. Otras de sus obras son: la
Magdalena Mixuca, el Hotel María Isabel, el Rastro Frigorífico
de la ciudad, el mercado de la Merced, las instalaciones olímpicas,
-Palacio de los Deportes, alberca, gimnasio, gimnasio para esgrima
y velódromo- el Centro deportivo olímpico mexicano
con gimnasio, pista, velódromo y fosa de clavados. Colaboró
también en el proyecto y realización de las terminales
aéreas de Mexicali, Tijuana, La Paz, Mazatlán,
Guadalajara, Acapulco, Mérida, Veracruz y Tampico.
Su
carrera profesional ha sido muy prolífica desde 1949,
año en que se recibió como ingeniero civil en
la Escuela Nacional de Ingeniería. Su primer trabajo
fue con el profesor Guerrero y Gama, del Departamento de Puentes
de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.
Un año después ingresó a ICA, como calculista,
donde le pagaban por hora y poco a poco fue ascendiendo.
El
grupo ICA empezó a crecer, con la formación de
una serie de empresas, entre ellas SOLUM, dedicada a los estudios
de geotecnia y mecánica de suelos; PREMESA, primera empresa
enfocada a los preforzados, y ECSA, que trabajaba edificaciones
en el DF, de la que Daniel Ruiz fue director.
Posteriormente,
cuando Gilberto Valenzuela fue nombrado Secretario de Obras
Públicas, lo invitó a participar con él
en la Dirección General de Edificios (DGE). Ruiz Fernández
recuerda: “conocí al ingeniero Valenzuela cuando
construimos el rastro y el mercado de La Merced. Además,
yo había participado en la elaboración del Reglamento
de Construcción que se redactó después
del temblor de 1957. Me dijo que tenía programas muy
ambiciosos, entre ellos había que proyectar y construir
las obras olímpicas, que también tenía
en mente un sistema de aeropuertos para jet y que a nosotros,
en la Dirección nos correspondía hacer el proyecto
y la instalación e iluminación de pistas. Accedí
y durante seis años que estuve en la DGE hicimos grandes
obras entre las que se encuentran las obras mencionadas”.
Al
Finalizar ese sexenio, Roger Díaz de Cossío que
era director del IIUNAM, fue nombrado por el rector Pablo González
Casanova, Coordinador de la Investigación Científica,
entonces: algunos investigadores del Instituto me propusieron
para que ocupara la dirección del IIUNAM pues consideraba
que sería muy bueno para la dependencia una persona que
tuviera una basta experiencia profesional como ingeniero de
la práctica.”
Dirigí
el Instituto de 1970 a 1974. Durante este periodo se estructuró
el Instituto realizando sus investigaciones por proyecto, se
estableció una administración en forma más
institucional y se lograron relaciones más sólidas
con los distintos sectores de la sociedad, principalmente el
público, para apoyar en la solución de los problemas
nacionales de ingeniería. Se construyeron diversas instalaciones
complementarias como fueron la pista de prueba para el diseño
de pavimentos, la mesa vibradora, la cámara triaxial
para pruebas de enrocamiento, y otras que enriquecieron el aspecto
experimental de los estudios del IIUNAM. No consideré
adecuado tratar de continuar otro periodo pues había
mucha gente valiosa y joven con porvenir en la UNAM y a quienes
debía dejárseles libre el camino. En ese momento
Luis Esteva ocupaba la subdirección de Estructuras, Daniel
Reséndiz la de Geotecnia, José Luis Sánchez
Bribiesca la de Hidráulica y Jorge Elizondo era el Secretario
Técnico. Entonces, el doctor Soberón me invitó
a que me hiciera cargo de la Dirección General de Planeación.
Era una oficina nueva y requería de una persona de tiempo
completo que se mantuviera al margen de los vaivenes de la política,
para dedicarse exclusivamente a pensar en el papel que debía
cumplir la UNAM
Estuve
en la DGP cuatro años porque cuando iniciaba el segundo
periodo el doctor Soberón como rector, el licenciado
Solana me invitó, por conducto de Emilio Rosenblueth,
a que me hiciera cargo del CAPFCE, organismo que construía
las escuelas públicas de la República, desde preescolar
hasta profesional. Trabajé con Solana, Reyes Heroles,
González Avelar, López Portillo y De la Madrid.
Al finalizar el sexenio de De la Madrid, me invitaron a colaborar
en la Secretaría de Obras y Servicios, con el licenciado
Camacho, donde estuve nueve años. Ahí tuvimos
oportunidad de realizar las líneas A y 8 del Metro, un
60% de la línea B, varios kilómetros de drenaje
profundo, del acueducto periférico y de entubamiento
del gran canal, varias escuelas, hospitales, decenas de pasos
y distribuidores vehiculares, etc. Después pasé
tres años en la Dirección General Adjunta de la
Comisión Nacional del Agua y después de 37 años
de servicio público estoy dedicado a labores de consulta
y dirección de obra en la empresa que Roberto, mi hijo,
tiene con otros compañeros. En este breve lapso hemos
supervisado varias obras, entre las que se encuentran el Centro
de Exposiciones del Hipódromo.
-Una persona como usted que ha sido un ingeniero de la práctica
desde 1949, ¿podría decirnos qué problemas
tendrá que afrontar la ingeniería en los próximos
años?
El
principal problema radica en que el sector público ha
disminuido su participación, se ha tenido que recurrir
a empresas privadas para realizar los proyectos importantes
y el problema crece cuando empresas mexicanas no pueden adquirir
un financiamiento en condiciones competitivas. Esto ha desplazado
a las empresas mexicanas de ingeniería al grado de casi
desaparecerlas. Constructoras con gran capacidad técnica,
en el mejor de los casos, han sido subcontratadas por las empresas
extranjeras. Este dinero no se queda en el país. Este
problema aunado a la falta de planeación de los programas
son sin duda los obstáculos más difíciles
de resolver. Parece que cada seis años se inventa algo
nuevo. Esa falta de continuidad afecta mucho no sólo
la planeación sino también la realización.
Los inversionistas no se atreven a invertir su dinero en un
proyecto que probablemente en seis años no esté
funcionando. Como decía el ingeniero Javier Barros Sierra:
parece que en este país cada seis años triunfa
la oposición, porque no hay continuidad. Es una lástima
que estando la ingeniería mexicana reconocida mundialmente
ahora se esté recurriendo a empresas de otros países.
El
prestigio de los ingenieros mexicanos se ha hecho patente desde
la mitad del siglo pasado, época en la que se hicieron
obras importantísimas. Además, desde hace muchos
años, en el IIUNAM se tiene la mejor infraestructura
para realizar estudios altamente especializados. El Instituto
desde su fundación cuenta con instalaciones, instrumentos
y lo más importante, con los investigadores capaces de
realizar investigaciones del más alto nivel. Son reconocidos
los estudios sobre mecánica de suelos de Hiriart, Sandoval,
Marsal y Mazari y las contribuciones de Rosenblueth en materia
estructural y sísmica. De hecho, en el Instituto se han
realizado pruebas para el diseño de presas de otros países.
Cuando
fui director del IIUNAM contamos con el apoyo muy importante
de ingenieros que ocupaban puestos relevantes en el sector público
como fueron Luis Enrique Bracamontes en la SOP, Leandro Rovirosa
y Gerardo Cruickshank que estaba en Recursos Hidráulicos,
Dovalí Jaime, en PEMEX. Hicimos muchos proyectos para
ellos y, como consecuencia, el Instituto creció, se fortaleció
administrativamente. Teníamos una excelente relación
con el sector público y con el sector privado, a pesar
de que las empresas grandes encargaban las investigaciones a
su oficina matriz, generalmente en el extranjero.
En
México existen los mejores ingenieros y en la UNAM se
realiza el 50 % de la investigación que se desarrolla
en nuestro país. Ojalá se pudiera retomar el camino
y otórgale la confianza a la ingeniería mexicana
para que pueda seguir desarrollándose. Si no hay materia
de trabajo, la gente no puede seguir superándose y actualizándose.
Considero
que la participación del personal del IIUNAM en la solución
de los problemas nacionales ha disminuido en comparación
con años anteriores. Sin embargo, hay que reconocer que
han colaborado en proyectos ambiciosos como son los estudios
realizados en las Presas La Angostura y El cajón, la
rehabilitación de la Catedral Metropolitana, etc. Creo
que no hay el reconocimiento que existía antes ni las
mismas ganas de colaborar con el Instituto, y es una lástima,
porque desde su fundación el Instituto ha tenido ingenieros
muy valiosos como Rosenblueth, Hiriart, Marsal, Levy, Sánchez
Bribiesca, Esteva y Reséndiz, entre otros, que han mantenido
en alto el nombre de este centro de investigación y desarrollo.
Son
estos ingenieros quienes han defendido las metas del IIUNAM,
preocupándose por que se desarrolle investigación
básica para fomentar el desarrollo del conocimiento e
investigación aplicada para solucionar problemas que
afectan a la sociedad, además de fomentar la formación
de investigadores. Sin embargo, el IIUNAM no debe realizar trabajos
y estudios que puedan llevarse a cabo en las firmas privadas
de ingeniería.
Además
de ser un apasionado de la ingeniería, Daniel Ruiz Fernández
es un aficionado entusiasta de la música, recuerda que,
desde que ingresó a ICA, cada domingo escuchaba música
con el ingeniero Barros Sierra, quien era un melómano
impresionante. Le hubiera gustado tocar un instrumento pero
no tuvo el tiempo. Tiene cuatro hijos. Tres hijas y un hijo.
El varón es el mayor, ingeniero civil; además
de profesor fue secretario general de la Facultad de Ingeniería.
Todos están casados, cada uno tiene dos hijos, y tiene
cuatro nietas y cuatro nietos. Su nieto mayor tiene 22 años.
“Trato de hacer algo de ejercicio no porque me guste sino
porque lo necesito para la salud, camino 30 minutos y nado 500
metros todos los días. Además del ejercicio que
hago en las obras, que cada día es menos porque ya no
tengo la habilidad que tenía, pero eso lo hacen los jóvenes
de hoy y nosotros los ayudamos con conceptos y con consejos.”