Número 109 / Septiembre 2004

Reconocimiento

Profesores Invitados


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Forjadores del Instituto

Daniel Ruiz Fernández

Desafortunadamente, en la actualidad no existe
el mismo interés de colaborar con el IIUNAM

Sin duda la intervención del ingeniero Daniel Ruíz Fernandez ha sido fundamental en el desarrollo de la infraestructura de nuestro país. Participó en la construcción de una parte importante de Ciudad Universitaria, que comenzó con la Torre de Ciencias, hoy Torre de Humanidades II, edificio emblemático que dio el banderazo de inicio para la construcción de Ciudad Universitaria. También participó en el levantamiento de la Facultad de Ciencias, hoy edificio de posgrado y las facultades de Ingeniería, Odontología y Veterinaria, asimismo de la Torre de Filosofía y la mitad del estadio universitario. Otras de sus obras son: la Magdalena Mixuca, el Hotel María Isabel, el Rastro Frigorífico de la ciudad, el mercado de la Merced, las instalaciones olímpicas, -Palacio de los Deportes, alberca, gimnasio, gimnasio para esgrima y velódromo- el Centro deportivo olímpico mexicano con gimnasio, pista, velódromo y fosa de clavados. Colaboró también en el proyecto y realización de las terminales aéreas de Mexicali, Tijuana, La Paz, Mazatlán, Guadalajara, Acapulco, Mérida, Veracruz y Tampico.

Su carrera profesional ha sido muy prolífica desde 1949, año en que se recibió como ingeniero civil en la Escuela Nacional de Ingeniería. Su primer trabajo fue con el profesor Guerrero y Gama, del Departamento de Puentes de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Un año después ingresó a ICA, como calculista, donde le pagaban por hora y poco a poco fue ascendiendo.

El grupo ICA empezó a crecer, con la formación de una serie de empresas, entre ellas SOLUM, dedicada a los estudios de geotecnia y mecánica de suelos; PREMESA, primera empresa enfocada a los preforzados, y ECSA, que trabajaba edificaciones en el DF, de la que Daniel Ruiz fue director.

Posteriormente, cuando Gilberto Valenzuela fue nombrado Secretario de Obras Públicas, lo invitó a participar con él en la Dirección General de Edificios (DGE). Ruiz Fernández recuerda: “conocí al ingeniero Valenzuela cuando construimos el rastro y el mercado de La Merced. Además, yo había participado en la elaboración del Reglamento de Construcción que se redactó después del temblor de 1957. Me dijo que tenía programas muy ambiciosos, entre ellos había que proyectar y construir las obras olímpicas, que también tenía en mente un sistema de aeropuertos para jet y que a nosotros, en la Dirección nos correspondía hacer el proyecto y la instalación e iluminación de pistas. Accedí y durante seis años que estuve en la DGE hicimos grandes obras entre las que se encuentran las obras mencionadas”.

Al Finalizar ese sexenio, Roger Díaz de Cossío que era director del IIUNAM, fue nombrado por el rector Pablo González Casanova, Coordinador de la Investigación Científica, entonces: algunos investigadores del Instituto me propusieron para que ocupara la dirección del IIUNAM pues consideraba que sería muy bueno para la dependencia una persona que tuviera una basta experiencia profesional como ingeniero de la práctica.”

Dirigí el Instituto de 1970 a 1974. Durante este periodo se estructuró el Instituto realizando sus investigaciones por proyecto, se estableció una administración en forma más institucional y se lograron relaciones más sólidas con los distintos sectores de la sociedad, principalmente el público, para apoyar en la solución de los problemas nacionales de ingeniería. Se construyeron diversas instalaciones complementarias como fueron la pista de prueba para el diseño de pavimentos, la mesa vibradora, la cámara triaxial para pruebas de enrocamiento, y otras que enriquecieron el aspecto experimental de los estudios del IIUNAM. No consideré adecuado tratar de continuar otro periodo pues había mucha gente valiosa y joven con porvenir en la UNAM y a quienes debía dejárseles libre el camino. En ese momento Luis Esteva ocupaba la subdirección de Estructuras, Daniel Reséndiz la de Geotecnia, José Luis Sánchez Bribiesca la de Hidráulica y Jorge Elizondo era el Secretario Técnico. Entonces, el doctor Soberón me invitó a que me hiciera cargo de la Dirección General de Planeación. Era una oficina nueva y requería de una persona de tiempo completo que se mantuviera al margen de los vaivenes de la política, para dedicarse exclusivamente a pensar en el papel que debía cumplir la UNAM

Estuve en la DGP cuatro años porque cuando iniciaba el segundo periodo el doctor Soberón como rector, el licenciado Solana me invitó, por conducto de Emilio Rosenblueth, a que me hiciera cargo del CAPFCE, organismo que construía las escuelas públicas de la República, desde preescolar hasta profesional. Trabajé con Solana, Reyes Heroles, González Avelar, López Portillo y De la Madrid. Al finalizar el sexenio de De la Madrid, me invitaron a colaborar en la Secretaría de Obras y Servicios, con el licenciado Camacho, donde estuve nueve años. Ahí tuvimos oportunidad de realizar las líneas A y 8 del Metro, un 60% de la línea B, varios kilómetros de drenaje profundo, del acueducto periférico y de entubamiento del gran canal, varias escuelas, hospitales, decenas de pasos y distribuidores vehiculares, etc. Después pasé tres años en la Dirección General Adjunta de la Comisión Nacional del Agua y después de 37 años de servicio público estoy dedicado a labores de consulta y dirección de obra en la empresa que Roberto, mi hijo, tiene con otros compañeros. En este breve lapso hemos supervisado varias obras, entre las que se encuentran el Centro de Exposiciones del Hipódromo.

-Una persona como usted que ha sido un ingeniero de la práctica desde 1949, ¿podría decirnos qué problemas tendrá que afrontar la ingeniería en los próximos años?

El principal problema radica en que el sector público ha disminuido su participación, se ha tenido que recurrir a empresas privadas para realizar los proyectos importantes y el problema crece cuando empresas mexicanas no pueden adquirir un financiamiento en condiciones competitivas. Esto ha desplazado a las empresas mexicanas de ingeniería al grado de casi desaparecerlas. Constructoras con gran capacidad técnica, en el mejor de los casos, han sido subcontratadas por las empresas extranjeras. Este dinero no se queda en el país. Este problema aunado a la falta de planeación de los programas son sin duda los obstáculos más difíciles de resolver. Parece que cada seis años se inventa algo nuevo. Esa falta de continuidad afecta mucho no sólo la planeación sino también la realización. Los inversionistas no se atreven a invertir su dinero en un proyecto que probablemente en seis años no esté funcionando. Como decía el ingeniero Javier Barros Sierra: parece que en este país cada seis años triunfa la oposición, porque no hay continuidad. Es una lástima que estando la ingeniería mexicana reconocida mundialmente ahora se esté recurriendo a empresas de otros países.

El prestigio de los ingenieros mexicanos se ha hecho patente desde la mitad del siglo pasado, época en la que se hicieron obras importantísimas. Además, desde hace muchos años, en el IIUNAM se tiene la mejor infraestructura para realizar estudios altamente especializados. El Instituto desde su fundación cuenta con instalaciones, instrumentos y lo más importante, con los investigadores capaces de realizar investigaciones del más alto nivel. Son reconocidos los estudios sobre mecánica de suelos de Hiriart, Sandoval, Marsal y Mazari y las contribuciones de Rosenblueth en materia estructural y sísmica. De hecho, en el Instituto se han realizado pruebas para el diseño de presas de otros países.

Cuando fui director del IIUNAM contamos con el apoyo muy importante de ingenieros que ocupaban puestos relevantes en el sector público como fueron Luis Enrique Bracamontes en la SOP, Leandro Rovirosa y Gerardo Cruickshank que estaba en Recursos Hidráulicos, Dovalí Jaime, en PEMEX. Hicimos muchos proyectos para ellos y, como consecuencia, el Instituto creció, se fortaleció administrativamente. Teníamos una excelente relación con el sector público y con el sector privado, a pesar de que las empresas grandes encargaban las investigaciones a su oficina matriz, generalmente en el extranjero.

En México existen los mejores ingenieros y en la UNAM se realiza el 50 % de la investigación que se desarrolla en nuestro país. Ojalá se pudiera retomar el camino y otórgale la confianza a la ingeniería mexicana para que pueda seguir desarrollándose. Si no hay materia de trabajo, la gente no puede seguir superándose y actualizándose.

Considero que la participación del personal del IIUNAM en la solución de los problemas nacionales ha disminuido en comparación con años anteriores. Sin embargo, hay que reconocer que han colaborado en proyectos ambiciosos como son los estudios realizados en las Presas La Angostura y El cajón, la rehabilitación de la Catedral Metropolitana, etc. Creo que no hay el reconocimiento que existía antes ni las mismas ganas de colaborar con el Instituto, y es una lástima, porque desde su fundación el Instituto ha tenido ingenieros muy valiosos como Rosenblueth, Hiriart, Marsal, Levy, Sánchez Bribiesca, Esteva y Reséndiz, entre otros, que han mantenido en alto el nombre de este centro de investigación y desarrollo.

Son estos ingenieros quienes han defendido las metas del IIUNAM, preocupándose por que se desarrolle investigación básica para fomentar el desarrollo del conocimiento e investigación aplicada para solucionar problemas que afectan a la sociedad, además de fomentar la formación de investigadores. Sin embargo, el IIUNAM no debe realizar trabajos y estudios que puedan llevarse a cabo en las firmas privadas de ingeniería.

Además de ser un apasionado de la ingeniería, Daniel Ruiz Fernández es un aficionado entusiasta de la música, recuerda que, desde que ingresó a ICA, cada domingo escuchaba música con el ingeniero Barros Sierra, quien era un melómano impresionante. Le hubiera gustado tocar un instrumento pero no tuvo el tiempo. Tiene cuatro hijos. Tres hijas y un hijo. El varón es el mayor, ingeniero civil; además de profesor fue secretario general de la Facultad de Ingeniería. Todos están casados, cada uno tiene dos hijos, y tiene cuatro nietas y cuatro nietos. Su nieto mayor tiene 22 años. “Trato de hacer algo de ejercicio no porque me guste sino porque lo necesito para la salud, camino 30 minutos y nado 500 metros todos los días. Además del ejercicio que hago en las obras, que cada día es menos porque ya no tengo la habilidad que tenía, pero eso lo hacen los jóvenes de hoy y nosotros los ayudamos con conceptos y con consejos.”