Noviembre 2002
Escrito de
Carmen Meda dirigido a su familia
Mis padres
ya no son recuerdo. Forman parte de mí, están conmigo.
Su presencia es permanente. A esa supervivencia aspiro. A quedarme con
Erres1 casi como uno de mis hijos y mis nietos para siempre. Siento
que así va a ser. Algunos indicios, como la tarjeta de Mariana,
me lo confirman.
Algo quizá
quedará también de mí en los amigos, los alumnos,
los hermanos y en sus hijos.
Por lo demás,
quiero vivir, quiero oír, conocer, hacer, participar.
Pero con
un mínimo de salud.
He sufrido
mucho los últimos meses, física y psicológicamente,
y ahora, por primera vez, tengo miedo del final.
No puedo
hablar de mi existencia, de la pasada, la presente y la que aún
me falta por vivir, sin dejar constancia de lo que ha significado Erres.
Su amorosa cercanía, su apoyo constante, la seguridad que me
ha infundido, su fidelidad y comprensión han sido extraordinarios
y tengo la convicción de que por todo ello he podido superar
épocas y situaciones terriblemente deprimentes.
No me imagino
dar más de lo que él me ha dado.
Su compañía
es absolutamente indispensable.
Carmen Meda
Vidal
Octubre de 1990
1
José Ramón Redondo Hernández, esposo de Carmen